Nada te salva de tu culpa insoportable y, sin embargo, eres tan inocente como el recién nacido que quiebra en llanto. Oigo el gemido fugaz de tu existencia y vuelvo desde ti a mí: nada detiene esta fuga interminable; caemos desde el abismo que nos crea hasta los brazos de una amante imaginaria. Vuelvo a ti, de nuevo a ti, siempre a ti.