Cuaderno de Hanói es, más que un libro de cuentos, un libro de prosas, artefactos narrativos con los que Luis Bugarini rompe los géneros y sigue explorando las posibilidades de su escritura. En las líneas de este libro no hay direcciones seguras, sino ambigüedades y los devaneos de un escritor interesado en explicarse el mundo y sus mecanismos. Hay varios motivos en la obra: la reflexión sobre el acto de escribir; la obsesión por desentrañar lugares públicos, sitios de encuentros efímeros que sirven para el ensayo del pensamiento y la imaginación. En el texto que le da título al volumen se emprende la reconstrucción de un libro imaginario, a través de asomos fugaces en los que conviven felizmente el aforismo y las ideas que, a pesar de su brevedad, tienen suficiente peso para que –vistas con una mirada amplia– parezcan las imágenes que componen un álbum de fotografías. Como en los anteriores trabajos de Luis Bugarini, en Cuaderno de Hanói hay un matiz biográfico que sirve como andamiaje y que otorga un cariz íntimo a los motivos del creador. Esta obra está destinada no a la anécdota que se evapora una vez leída, sino a las preguntas que perduran en la mente del lector una vez llegada la última página.