A plomo y nivel Juan Arturo Terán Mendoza —D.F. 1968— es un poeta serio, trabaja en silencio y administrando el fuego, lento o intenso según se requiera. A distancia de las redes sociales, cosa rara en estos tiempos o de la fotografía tan común donde el interés de muchos escritores actuales es aparecer en el mayor número de eventos, tomarse la mayor cantidad de fotografías, aparecer en el mayor número de revistas, donde muchas veces, la farándula literaria se ha convertido en un circo y en un programa de chismes, en una política de amigos y enemigos. Sus muros están a plomo, sus columnas soportan la bóveda celeste. En muchos de los antiguos templos, o aulas magnas, hay una inscripción en el pórtico, aquí el epígrafe inicial y que apunta como un oráculo el camino a seguir es de Porfirio García Trejo, al entrar lo primero que nos encontramos es un coro, que a propósito en esperanto, corazón, se dice koro. Como todas las palabras con la raíz cor nos evocan al corazón o al coro. Aquí, el poeta ve a la ciudad abandonada como un instrumento musical, y en efecto, hay un recordar, un volver a sentir y que es motor de toda la construcción o poema. Ruido del viento a través de una ciudad abandonada, murmullo in crescendo de hacinadas multitudes, nos desplazamos, juntan sus humores las ruinas que construimos. La ciudad abandonada, es toda nuestra historia prehispánica, nuestros lugares de origen, las migraciones que hicieron nuestros padres para construir un futuro que en muchos de los casos, ha sido un hacinamiento fácilmente reconocible como lo es la ciudad de México y toda la zona conurbada, que juntas son cerca o más de 20 millones de habitantes. El trabajo de constructor ha sido quizá, el más ancestral de nuestro territorio. Los judíos no eran constructores, siempre se caracterizaron por ser comerciantes, hombres y mujeres de fe. El rey Salomón, tuvo que contratar al rey de Tiro para construir el templo. En el caso de las antiguas culturas precolombinas hubo muchas grandes constructoras. Los toltecas, los mayas, zapotecas, purépechas, olmecas, los teotihuacanos que al parecer fue una élite de muchas culturas, una ciudad cosmopolita, y por supuesto, el imperio mexica. A un costado del templo mayor, hay dos grandes estelas con un mensaje de Ignacio Manuel Altamirano, y habla de las herramientas de masonería que se encontraron, es decir, herramientas de construcción, asimismo, deja un mensaje para los que han llegado, para los que están por llegar y por la historia. Juan Arturo, en el poema Solipsista, el que está solo en el mundo y al mismo tiempo, la otredad, yo soy tú, soy los otros. Llegar a la gran ciudad es entrar a la cueva del lobo, muchos dialectos se han forjado en sus calles. El kaló actual, tiene una frase, vaya vaya Tacubaya si no conoce, mejor ni vaya y aquí Terán, en su poema, ya le dio identidad, sentimientos a su yo poético. Hay un personaje que me evoca al creado por Ricardo Garibay del Mil usos, un analfabeta y medio torpe que ha llegado de provincia con la esperanza de ganar dinero en la ciudad de México, pero se enfrenta al salvajismo de los abusadores, los que le roban o pagan injustamente a los inocentes, pobrediablo que hace de todo, pero todo mal. Aquí no es el caso. Hay un héroe a punto de iniciar el camino. Los oficios: En el primer oficio, están los carpinteros. Con música regular de las carpinterías, lo que quiero apuntar es que el poema en este caso es forma, el modo en que está colocado cada verso y en su conjunto todo, es un serrucho, el mango son los últimos 25 versos. Tomás, un albañil, carpintero y pistolero de clavos y albures y quizá de uno que otro calabúr. En el segundo coro, el primer verso tiene una resonancia al himno nacional mexicano Metaliza el calor su estruendo Y tus templos, palacios y torres se derrumben con hórrido estruendo Leyendo el segundo coro uno encuentra otras resonancias de himno. No precisamente al nacional, sino que es un himno: y los ademes entonan sus quejas / por el empuje de las tierras. Jesucristo, fue hijo de carpintero, así que él heredó el oficio, tanto que construyó su propia cruz, además de trabajar con la palabra que puesta en papel, es también puesta en madera. Peones son los discípulos, aprendices que con el tiempo serán maestros. Terán fija el 3 de mayo —celebración de la santa Cruz y del albañil— como fecha importante de la epopeya: no es el fin de la cuaresma sino la consumación de la edificación. A lo largo del libro donde en un ambiente contemporáneo mexicano, quizá latinoamericano, los apóstoles, Jesús, y el padrastro de Jesús así como otros personajes se convierten en arquetipos de los albañiles modernos. Los que fuman yerba, los que beben pulque o caguamas (cerveza). En todo el andamiaje poético, Juan Arturo precisa una mirada radiográfica del alma misma del los albañiles a quienes consagra como los constructores del edificio de la humanidad, quienes llegan a la ciudad quizá por la fuerza centrífuga de la necesidad y por otro lado, por la fuerza centrípeta de la ciudad y su oferta laboral. El término constructor, es de por sí usado desde la antigüedad como una metáfora hermética del hombre que trabaja sus imperfecciones y usa las herramientas del la construcción como símbolos del perfeccionamiento moral, filosófico y también la alquimia, que no era otra cosa, que convertir a un ser humano común, en un iniciado, es decir, el plomo en oro. Juan Bautista o Juanmensajero, nombre que comparte nuestro poeta, hace una referencia que no tuvo oficio de albañil, sino de ser el preparador del camino con su cabeza en charola de Plata, otra alusión al mundo de las ideas, el hombre consagrado al pensamiento en charola argenta ya separado de los deseos del cuerpo. El último poema, llamado Magdalena, es quizá uno de los de mayor mística hermética, pues a diferencia de los otros poemas que hay una analogía con trabajadores de la construcción, este final, es totalmente anacrónico, me refiero que está fuera del tiempo, y puede situarte absolutamente en un texto bíblico. Incluso es el uso de una fórmula prescrita o descubierta por Robert Graves en la Diosa Blanca, y reformulada en el Rey Jesús, el yo soy, o el fui, como anáfora en cada verso para incidir en los misterios. Es también la de la boda secreta, ceremonia realizada por la tribu de Caleb, es María la peluquera, la custodia de las quijadas de Adán, y la custodia del linaje femenino. El o la Uróboros, con este final, escrito en otra fórmula al resto del libro, en el que hay un lenguaje vulgar en algunos versos, y me refiero al vulgo, así como Dante usó igual el lenguaje vulgar de su tiempo en La Divina, Terán lo hizo en este magnífico libro que será de culto y una reliquia para los constructores. Esta dualidad del libro y el poema apéndice, es como la serpiente que se muerde la cola, es casi el inicio de otro libro, y creo que Juan Arturo tiene el Leitmotiv y la mirada ya puesta en la profundidad de los temas místicos. El delirio del Viajante busca reposo, ¿acaso no somos nosotros mismos? Dicen que el mejor título jamás escrito es La insoportable levedad del ser, de Milán Kundera, porque es un título que resume casi nuestra existencia y podría ponerse en cualquier libro, pero el título de este libro es igualmente poderoso. El libro es sobre albañiles, y al mismo tiempo una iniciación de lo cual se requieren viajes, cada viaje es a través de un elemento, y es también, nuestro propio viaje, nuestra Odisea personal, nuestro viaje del héroe, nuestro cansancio de la carne y del vivir, nuestro anhelo del final, nuestro reposo de eternidad. Jorge Contreras Herrera