Casa de Vísceras Una escritura violenta para sanar. Sin concesiones. Protegida por el ritmo y en el desamparo brillante de las imágenes. Escribir desde la herida, desde la irrenunciable calavera que desde el jardín niño nos habita. Palabras que no temen ver ni ser vistas. En Casa de Vísceras, Schaffer ríe desde todas las moscas de la fruta, escarba con la lengua pasadizos y alza alambres de púas para ver arribar a los pájaros sin viento. Verbos que, sin ser amables, aman y subliman la polaridad. Cuerpo y casa se funden en la tensión de un verso expansivo que confronta y repara: En los sótanos de mi sangre/ se revuelve cancerbero. Pero es un perro bravo y monstruoso de tres sonrisas. Kenia Cano