Alforja de caza

Xavier Oquendo Troncoso (Ecuador, 1972) escudriña entre las lin­des de la casa, abre la ventana y se asoma al balcón para penetrar un espacio liminal, ahí donde se es nada y todo, vórtice de huracán. Las puertas, La Habana, el mar, van a dar a una alforja donde se guardan los símbolos para después reconstruir con su poesía los caminos de la caza. Como apunta Vilma Tapia en el prólogo, las pa­labras adquieren el peso que da consistencia al cuerpo de quien recorre los espacios recolectando, inventando los faltantes o lle­nan­do las zonas de indeterminación, como las llamara Roman Ingarden. Así, los tres libros reunidos en Alforja de caza son sobre todo un umbral ubicado a la mitad entre el afuera y el adentro. Poesía espacial, escritura arquitectónica, espacios escriturales. “Hay un balcón en aquella casa. […] Cerca, la turbulencia / y los huracanes. […] Hay un balcón / con pretensiones de puerta.”