Boccanera es un poeta hecho en las distancias, involucrado en las diferencias, alerta a las señas de su intimidad en el destino de los otros. Podría decirse que hizo de la extranjería una pertenencia. Su poesía es un desplazamiento perpetuo que nunca detiene el lugar de la palabra. Acaso porque nació en un puerto mereció los viajes, se conoció extranjero antes y después de su exilio. Y esos viajes han sido para Boccanera un modo oblicuo de cruzar el continente, los géneros y los mapas interiores. De la utopía sustraída fundó una fraternidad con otras voces y otros exilios con los que continuamente dialoga. El extranjero, el exiliado, el desaparecido, comparten la intemperie de una experiencia irresuelta. El bestiario en la poesía de Boccanera encarna una distancia que se enuncia y no se salva. Está habitada por testigos; los testigos hablan por ella, le recuerdan al poeta que es una bestia condenada a buscarse donde no se encuentra. Flujo y reflujo de fronteras abiertas, esta poesía toma las cosas por su movimiento y su descolocación, por su poder de desplazar la palabra y usurpar su nombre. Cuadernos, cartas, notas y recados dan en esta antología un modo de cruzar el tiempo desde la aventura de la belleza y el lenguaje.