Cada uno de los textos presentados en este número concierne, de una manera u otra, a cuestiones de escritura, a la vez que cada uno fue parte de intervenciones orales que adquieren ahora un carácter de escrito; todo lo cual insiste en mostrar la tensión omnipresente —en el análisis mismo y en la enseñanza de Lacan— que hay entre la oralidad y lo escrito. Por eso este número lleva por título Scripta volant. Como algún lector recordará, se trata de la inversión del célebre adagio latino Verba volant, scripta manent (Las palabras van al viento, lo escrito permanece) que se evoca en un pasaje del Seminario sobre la carta robada, para afirmar exactamente lo contrario de lo que, en su tiempo, dijera Cayo Tito ante el senado romano.